NUNCA PIERDE

Te apuesto que no eres capaz de saltar al otro lado del canal. Apuesto que sí.
Bastó esa pequeña provocación para que María Elena corriera a toda velocidad, tomándose de las ramas del sauce, se lanzó hacia la otra orilla. No está claro si por el peso excesivo para una niña de 9 años o por que el impulso fue poco, el asunto es que se produce el efecto péndulo y los pies no dan con tierra firme ni a un lado ni al otro. Pasaron unos minutos lentos antes que cayera al canal, Peta corría por la orilla llamando a Elena, sin embargo la zarzamora le impedía ver si flotaba, si el cauce la arrastraba o si había desaparecido completamente. Tres cuadras más abajo estaba la exclusa, allí se aferró a las ramas espinadas tan fuerte como le era posible, Peta le estiró un palo seco, de modo que pudo salir respirando bien, pero demasiado rasguñada y sucia como para volver a casa en esas condiciones.
Se sentaron bajo un árbol. La mamá se va a dar cuenta si no llegamos con el pan, tú deberías lavar el vestido y esperar a que seque mientras voy a comprar. Elena tuvo tiempo de pensar la forma de pasar desapercibida durante toda la tarde. A pesar de lo mojada que permanecía usó todas sus mañas en ocultárselo a mamá. Ochenta años después, ella cuenta esta anécdota con el mismo temor de antaño, como si la presencia omnisciente de esa madre respetada y temida aún le tuviera el alma colgando de un hilo, la niña asustada se ríe pícara y recuerda cada detalle de lo acontecido.
Abuelita, te apuesto que no puedes tomar agüita de ajenjo con natre y toronjil cuyano. Apuesto que sí.
Bastó esa pequeña provocación para que María Elena corriera a toda velocidad, tomándose de las ramas del sauce, se lanzó hacia la otra orilla. No está claro si por el peso excesivo para una niña de 9 años o por que el impulso fue poco, el asunto es que se produce el efecto péndulo y los pies no dan con tierra firme ni a un lado ni al otro. Pasaron unos minutos lentos antes que cayera al canal, Peta corría por la orilla llamando a Elena, sin embargo la zarzamora le impedía ver si flotaba, si el cauce la arrastraba o si había desaparecido completamente. Tres cuadras más abajo estaba la exclusa, allí se aferró a las ramas espinadas tan fuerte como le era posible, Peta le estiró un palo seco, de modo que pudo salir respirando bien, pero demasiado rasguñada y sucia como para volver a casa en esas condiciones.
Se sentaron bajo un árbol. La mamá se va a dar cuenta si no llegamos con el pan, tú deberías lavar el vestido y esperar a que seque mientras voy a comprar. Elena tuvo tiempo de pensar la forma de pasar desapercibida durante toda la tarde. A pesar de lo mojada que permanecía usó todas sus mañas en ocultárselo a mamá. Ochenta años después, ella cuenta esta anécdota con el mismo temor de antaño, como si la presencia omnisciente de esa madre respetada y temida aún le tuviera el alma colgando de un hilo, la niña asustada se ríe pícara y recuerda cada detalle de lo acontecido.
Abuelita, te apuesto que no puedes tomar agüita de ajenjo con natre y toronjil cuyano. Apuesto que sí.
Comentarios