Floridor Pérez y Gonzálo Millán: El Mago y El Adivino
Durante su visita en Arica a comienzos de este año, el poeta de la generación del 60 Floridor Pérez realizó una serie de interesantes actividades que tenían como finalidad celebrar el día del libro y el derecho de autor en nuestra ciudad.
Además del recital que llevo a cabo junto a los escritores de la nortina localidad tuvo un taller con los pobladores de la Adrián Barrientos, el cual consistía en orientar la escritura de los vecinos en torno a sus vidas, anécdotas y en definitiva la historia de su barrio, el origen y lo que habían atravesado durante aquellos años desde la fundación de la comunidad hasta el presente. La actividad se enmarcaba dentro del proyecto Chile mi barrio que trajo a otros artistas como Florcita Motuda que también compartió con los habitantes de este sector de Arica. Personalmente tuve la oportunidad de participar junto con Floridor y trabajar en mi calidad de profesor de lenguaje ayudando a las personas a diseñar sus historias, fue una grata experiencia sobre todo por el contacto humano que me permitió nutrirme de las vivencias interesantes de este grupo, en realidad una familia amable y cariñosa.
Pero ello no fue todo, tengo que destacar que a nivel literario, lo cual sigue vinculado a mi parte más íntima, la experiencia me dio la gran posibilidad de conocer otra faceta de dos escritores chilenos que he leído desde hace un tiempo con mucho interés. En primer lugar Floridor, que en presencia demostró ser una persona integra y de grandes sentimientos. Hombre afable, muy sencillo y directo con una poesía capaz de estremecerte por la forma en que la recita, pues en ese ejercicio demuestra lo oral de la lírica nacional y su enorme compromiso hacia la verdad que construye con cada una de sus piezas, el otro escritor, también del 60 fue el autor de Zonaglo, Gonzalo Millán fallecido el 2006, este autor cuya poesía en lo personal me deleita bastante, llegó a mi en aquella oportunidad bajo la mirada de su compañero Floridor pero no sólo por los elogiosos comentarios que el poeta de la décima región tenía hacia el más joven de su generación y desaparecido amigo. Floridor realizó como un prestidigitador un ejercicio sencillo que según me contó, se lo plantea como tarea a sus alumnos en la Universidad Adolfo Ibáñez dentro de la cátedra de Creatividad Literaria, yo atento lo tome como un juego y el también. El poeta sacó de su bolso una sencilla hoja de oficio doblada en dos, esta tenia impresa en la única cara que me reveló de antemano, un titular de la cuarta, al entregármela me advirtió que no hiciese trampa y la extendiese pues en la parte que se me ocultaba estaba la magia, por así decirlo.
Lee el titular agregó, lo leí en voz alta, este decía en su epígrafe: El peque creyó que era casita donde podía jugar.
Y en el titular en sí: NIÑO SE ASFIXIO EN REFRIGERADOR.
Era una noticia triste, debo confesar que me dejó un tanto afectado, sobre todo al ver la fecha, 23 de diciembre del 99, vísperas de navidad, pensar en la familia, los padres del niño, era terrible. Floridor compartía la misma sensación, y aprovechó la instancia para hablarme de la especial sensibilidad de los poetas ante todo tipo de temas pero por sobre todo destacó que esa sensibilidad muchas veces es profética, pues el poeta se conecta con el universo en otro nivel, de ahí el nombre vate, adivino, visionario. Lo escuche atento. Floridor por su parte, al ver mi interés en el tema me dijo, compruébalo entonces, extiende la hoja.
La parte oculta tenía un poema de Gonzalo Millán perteneciente a su libro Vida de 1984 el cual transcribo a continuación el poema se titula “Niño”:
El resto se explica por si mismo, una mirada de complicidad y una dedicatoria por parte de Floridor con su peculiar firma y su llamado a no olvidar el poder de la poesía.
Escrito por Daniel Rojas Pachas, de Revista CINOSARGO.
Publicado originalmente en La Santísima Trinidad de las cuatro esquinas.
Además del recital que llevo a cabo junto a los escritores de la nortina localidad tuvo un taller con los pobladores de la Adrián Barrientos, el cual consistía en orientar la escritura de los vecinos en torno a sus vidas, anécdotas y en definitiva la historia de su barrio, el origen y lo que habían atravesado durante aquellos años desde la fundación de la comunidad hasta el presente. La actividad se enmarcaba dentro del proyecto Chile mi barrio que trajo a otros artistas como Florcita Motuda que también compartió con los habitantes de este sector de Arica. Personalmente tuve la oportunidad de participar junto con Floridor y trabajar en mi calidad de profesor de lenguaje ayudando a las personas a diseñar sus historias, fue una grata experiencia sobre todo por el contacto humano que me permitió nutrirme de las vivencias interesantes de este grupo, en realidad una familia amable y cariñosa.
Pero ello no fue todo, tengo que destacar que a nivel literario, lo cual sigue vinculado a mi parte más íntima, la experiencia me dio la gran posibilidad de conocer otra faceta de dos escritores chilenos que he leído desde hace un tiempo con mucho interés. En primer lugar Floridor, que en presencia demostró ser una persona integra y de grandes sentimientos. Hombre afable, muy sencillo y directo con una poesía capaz de estremecerte por la forma en que la recita, pues en ese ejercicio demuestra lo oral de la lírica nacional y su enorme compromiso hacia la verdad que construye con cada una de sus piezas, el otro escritor, también del 60 fue el autor de Zonaglo, Gonzalo Millán fallecido el 2006, este autor cuya poesía en lo personal me deleita bastante, llegó a mi en aquella oportunidad bajo la mirada de su compañero Floridor pero no sólo por los elogiosos comentarios que el poeta de la décima región tenía hacia el más joven de su generación y desaparecido amigo. Floridor realizó como un prestidigitador un ejercicio sencillo que según me contó, se lo plantea como tarea a sus alumnos en la Universidad Adolfo Ibáñez dentro de la cátedra de Creatividad Literaria, yo atento lo tome como un juego y el también. El poeta sacó de su bolso una sencilla hoja de oficio doblada en dos, esta tenia impresa en la única cara que me reveló de antemano, un titular de la cuarta, al entregármela me advirtió que no hiciese trampa y la extendiese pues en la parte que se me ocultaba estaba la magia, por así decirlo.
Lee el titular agregó, lo leí en voz alta, este decía en su epígrafe: El peque creyó que era casita donde podía jugar.
Y en el titular en sí: NIÑO SE ASFIXIO EN REFRIGERADOR.
Era una noticia triste, debo confesar que me dejó un tanto afectado, sobre todo al ver la fecha, 23 de diciembre del 99, vísperas de navidad, pensar en la familia, los padres del niño, era terrible. Floridor compartía la misma sensación, y aprovechó la instancia para hablarme de la especial sensibilidad de los poetas ante todo tipo de temas pero por sobre todo destacó que esa sensibilidad muchas veces es profética, pues el poeta se conecta con el universo en otro nivel, de ahí el nombre vate, adivino, visionario. Lo escuche atento. Floridor por su parte, al ver mi interés en el tema me dijo, compruébalo entonces, extiende la hoja.
La parte oculta tenía un poema de Gonzalo Millán perteneciente a su libro Vida de 1984 el cual transcribo a continuación el poema se titula “Niño”:
Encontrarán siglos después
cuando sólo queden los envases
de una sociedad
que se consumió a sí misma,
sus restos
de pequeño faraón
dentro de un refrigerador descompuesto
enterrado
bajo unas pirámides de basura
El resto se explica por si mismo, una mirada de complicidad y una dedicatoria por parte de Floridor con su peculiar firma y su llamado a no olvidar el poder de la poesía.
Escrito por Daniel Rojas Pachas, de Revista CINOSARGO.
Publicado originalmente en La Santísima Trinidad de las cuatro esquinas.
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un abrazo