MI OJO

La semilla alojada en su ojo comenzó a germinar. Una pequeña picazón anunciaba el primer brote.
Cuando le conté a mamá ella se rió, y me dijo con cara de consuelo que las plantas sólo crecían en la tierra. Me sopló el ojo arropándome hasta la naríz, como cuando era niña.
Durante la noche soné con selvas y árboles gigantes de raíces que arrancaban la tierra, abriéndose paso hasta tocar la pupila de mi ojo que absorvía su savia por una suerte de osmosis.
Cuando desperté el cuatro de enero de 1996 el color de mis pupilas cambiaba con la luz del alba. De café psaban a un verde intenso. Todo lo veía a través de ese color. Verde que te quiero verde.
Así la mañana era ilusión y alegría. El aire verde era un velo delgado que rasgaba a mi paso, como el musgo en el agua. Casi podía oler la menta en el aire fresco.
Acercándose al mediodía el color comenzó a encenderse, como leña en la estufa, todo ardía. Me sofocaba producto de este espejismo que me hacía retroceder, buscando la mañana en este acto inútil.

Texto escrito por María Elena Monsalve
Fotografía de Elizabeth Cárdenas.

Comentarios

Anónimo dijo…
Perderse en la ilusión infantil, ver desde la perspectiva llena de vida y futuro. Imagenes profusas...

Bello...

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