We-Xipantu, año nuevo Mapuche.
Texto de Elizabeth Cárdenas
El pasado viernes 20 de junio vivimos el solsticio de invierno en el hemisferio sur. Esto significa que el sol alcanza su punto más alejado desde la línea del ecuador, alcanzando su cénit en el trópico de Capricornio. En muchas culturas existen tradiciones anteriores al cristianismo, que celebran el solsticio de invierno (o verano en el hemisferio norte) realizando ceremonias durante este día. Sin ir más lejos, en Chile, el pueblo Mapuche celebra el 24 de junio el año nuevo o We-Xipantu.
El pasado sábado 21 de Junio asistimos al We-Xipantu, organizado por la asociación indígena Hailla-Rewe, en Quilicura. Fue realizada en el parque El Mañío a dónde llegamos cerca de las 18:30 hrs. Había fogatas encendidas y varias ramadas donde luego se reunirían los grupos de familias mapuches a celebrar. La noche estaba sumamente fría y el parque estaba húmedo debido a las lluvias de la última semana.
El pueblo Mapuche es un pueblo conectado con la naturaleza. Durante esta época del año, y especialmente para el 24 de junio, dónde según la tradición asciende la savia y la naturaleza reúne fuerzas para la generación de los nuevos brotes.
A las 19 hrs se oyó el llamado hecho a través de un cuerno. Lentamente la comunidad se reunió en torno al árbol sagrado, o Rewe. Unas palabras de inicio de parte de los jefes, y luego se dio comienzo al ritual, realizado en mapudungun.
Fuimos testigos de la ceremonia y sus sutilezas, a pesar del idioma. Muchos de los presentes -vecinos con sus familias- no habíamos presenciado antes un we-xipantu. Algunos estábamos totalmente impactados por la energía de aquella Machi y sus mujeres asistentes. La presencia imponente del hombre mapuche, tan ligado a sus tradiciones, es otra cosa que deja huella. Ellos protegen a la Machi provistos de palines (chuecas) u otros artilugios hechos de madera, también se preocupaban de alejar al incauto que se cruza en el camino de la Machi.
Algunos momentos interesantes fueron aquellos en que la comunidad giraba alrededor del Rewe. Machi y mapuches, hombres, niños y huincas, giran rodeados a su vez de los jinetes a caballo que comienzan a galopar en torno a la multitud, a toda velocidad. La sensación es extraña, es como estar en el centro de un remolino. Otro momento importante es la presentación de alimentos y vino mapuche ante el altar, que son contados por los hombres 2 o 3 veces, luego bendecidos por la Machi, y finalmente son tomados por las mujeres y se a reparten a todos los presentes. Mote, choclos, garbanzos, panes, tortillas, vino, todo se comparte. Todos comen de estos platos y beben el vino. Cuando ya se acaba la comida los platos son devueltos hasta el altar y nuevamente son contados por los hombres. Si está todo bien, entonces se continúa con la ceremonia.
Fueron cerca de 3 horas. La Machi exhausta es asistida por uno de los jefes que le limpia el rostro con un pañuelo. A veces, dentro de su trance ella ha estado a punto de caer, pero siempre hubo alguien para sostenerla.
La parte final de la ceremonia de inicio del año nuevo, es cuando la machi asciende el Rewe. Allí arriba sacude las ramas de canelo, le habla en mapudungun, y lo abraza guardando silencio. Luego baja lentamente asistida por los hombres para que no caiga. Es este el único momento en que ella abandonó el kultrún y fue tocado por uno de los jefes. Luego de su descenso, la Machi toma asiento, se levanta el velo de sus ojos –que ha llevado durante toda la ceremonia- y descansa.
Fue magnífico el despliegue de energía de estas mujeres, que además lucían hermosas ataviadas de cintas, trapelacuchas, pañuelos y vestidos de colores. Todos quieren hablar con la Machi, saludarla, pero hay que hacer fila para eso.
Cuando nos acercamos a felicitarla, se alegró y sorprendió de que nos hubiésemos quedado hasta el final. No esperábamos que nos hablara pero nos sorprendió al contarnos que venía desde Lumaco y que ella pedía por todos, para que se resolvieran los conflictos. Se alegró de que nos gustara la ceremonia, nos dijo que ese era su trabajo y lo hacía a gusto. Usaba los dones que le había dado la naturaleza y ayudaba a todo el que le pediera ayuda. En su casa, allá en el sur, cuando alguien está enfermo, fuera o no mapuche, siempre lo atendía.
Esa era la Machi y tenía las manos calentitas cuando nos despedimos. A su alrededor algunas mujeres mapuches la rodeaban, protegiéndola. Según nos contó, ese no era todo el ritual. Más tarde, cerca de las 4 o 5 de la mañana, cuando la naturaleza está calma y el agua está tibia, tenía que volver a realizar otra ceremonia para cerrar la fiesta de año nuevo.
Iba a ser una buena fiesta. Todos los mapuche se retiraron a sus ramadas para preparar la cena. Incluso, durante el ritual, se había bendecido un cordero haciéndolo caminar en torno al Rewe. Las fogatas se avivaron, y los curiosos seguían haciendo fila para saludar a la Machi o esperaban a que la carne estuviera asada y el vino estuviera servido, para calentar la noche.
El pasado viernes 20 de junio vivimos el solsticio de invierno en el hemisferio sur. Esto significa que el sol alcanza su punto más alejado desde la línea del ecuador, alcanzando su cénit en el trópico de Capricornio. En muchas culturas existen tradiciones anteriores al cristianismo, que celebran el solsticio de invierno (o verano en el hemisferio norte) realizando ceremonias durante este día. Sin ir más lejos, en Chile, el pueblo Mapuche celebra el 24 de junio el año nuevo o We-Xipantu.
El pasado sábado 21 de Junio asistimos al We-Xipantu, organizado por la asociación indígena Hailla-Rewe, en Quilicura. Fue realizada en el parque El Mañío a dónde llegamos cerca de las 18:30 hrs. Había fogatas encendidas y varias ramadas donde luego se reunirían los grupos de familias mapuches a celebrar. La noche estaba sumamente fría y el parque estaba húmedo debido a las lluvias de la última semana.
El pueblo Mapuche es un pueblo conectado con la naturaleza. Durante esta época del año, y especialmente para el 24 de junio, dónde según la tradición asciende la savia y la naturaleza reúne fuerzas para la generación de los nuevos brotes.
A las 19 hrs se oyó el llamado hecho a través de un cuerno. Lentamente la comunidad se reunió en torno al árbol sagrado, o Rewe. Unas palabras de inicio de parte de los jefes, y luego se dio comienzo al ritual, realizado en mapudungun.
Fuimos testigos de la ceremonia y sus sutilezas, a pesar del idioma. Muchos de los presentes -vecinos con sus familias- no habíamos presenciado antes un we-xipantu. Algunos estábamos totalmente impactados por la energía de aquella Machi y sus mujeres asistentes. La presencia imponente del hombre mapuche, tan ligado a sus tradiciones, es otra cosa que deja huella. Ellos protegen a la Machi provistos de palines (chuecas) u otros artilugios hechos de madera, también se preocupaban de alejar al incauto que se cruza en el camino de la Machi.
Algunos momentos interesantes fueron aquellos en que la comunidad giraba alrededor del Rewe. Machi y mapuches, hombres, niños y huincas, giran rodeados a su vez de los jinetes a caballo que comienzan a galopar en torno a la multitud, a toda velocidad. La sensación es extraña, es como estar en el centro de un remolino. Otro momento importante es la presentación de alimentos y vino mapuche ante el altar, que son contados por los hombres 2 o 3 veces, luego bendecidos por la Machi, y finalmente son tomados por las mujeres y se a reparten a todos los presentes. Mote, choclos, garbanzos, panes, tortillas, vino, todo se comparte. Todos comen de estos platos y beben el vino. Cuando ya se acaba la comida los platos son devueltos hasta el altar y nuevamente son contados por los hombres. Si está todo bien, entonces se continúa con la ceremonia.
Fueron cerca de 3 horas. La Machi exhausta es asistida por uno de los jefes que le limpia el rostro con un pañuelo. A veces, dentro de su trance ella ha estado a punto de caer, pero siempre hubo alguien para sostenerla.
La parte final de la ceremonia de inicio del año nuevo, es cuando la machi asciende el Rewe. Allí arriba sacude las ramas de canelo, le habla en mapudungun, y lo abraza guardando silencio. Luego baja lentamente asistida por los hombres para que no caiga. Es este el único momento en que ella abandonó el kultrún y fue tocado por uno de los jefes. Luego de su descenso, la Machi toma asiento, se levanta el velo de sus ojos –que ha llevado durante toda la ceremonia- y descansa.
Fue magnífico el despliegue de energía de estas mujeres, que además lucían hermosas ataviadas de cintas, trapelacuchas, pañuelos y vestidos de colores. Todos quieren hablar con la Machi, saludarla, pero hay que hacer fila para eso.
Cuando nos acercamos a felicitarla, se alegró y sorprendió de que nos hubiésemos quedado hasta el final. No esperábamos que nos hablara pero nos sorprendió al contarnos que venía desde Lumaco y que ella pedía por todos, para que se resolvieran los conflictos. Se alegró de que nos gustara la ceremonia, nos dijo que ese era su trabajo y lo hacía a gusto. Usaba los dones que le había dado la naturaleza y ayudaba a todo el que le pediera ayuda. En su casa, allá en el sur, cuando alguien está enfermo, fuera o no mapuche, siempre lo atendía.
Esa era la Machi y tenía las manos calentitas cuando nos despedimos. A su alrededor algunas mujeres mapuches la rodeaban, protegiéndola. Según nos contó, ese no era todo el ritual. Más tarde, cerca de las 4 o 5 de la mañana, cuando la naturaleza está calma y el agua está tibia, tenía que volver a realizar otra ceremonia para cerrar la fiesta de año nuevo.
Iba a ser una buena fiesta. Todos los mapuche se retiraron a sus ramadas para preparar la cena. Incluso, durante el ritual, se había bendecido un cordero haciéndolo caminar en torno al Rewe. Las fogatas se avivaron, y los curiosos seguían haciendo fila para saludar a la Machi o esperaban a que la carne estuviera asada y el vino estuviera servido, para calentar la noche.
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