La Perversión

Texto escrito por Elizabeth Cárdenas

Las máquinas de juego hacían sus ruidos en la terraza. Era tarde y ya se había ido todo el mundo. Al fondo de la casa, Artemisa dormía en su cama, tranquila, calmada, soñando talvez que caminaba por la calle, erguida, a paso seguro, y que los hombres se daban vuelta a mirarla.
A veces se despierta y su cuerpo ejecuta repentinamente miles de movimientos descontrolados. Respira y se queda quieta, doblada, como quebrada. Así es su enfermedad.
En la terraza vacía, una ficha activa el proceso de una máquina. La palanca es arrastrada. Los pequeños espacios al centro de la pantalla giran hasta detenerse uno a uno. Con cuatro iguales tienes premio. Finalmente, un puño golpea el aparato. Es el puño del perdedor.


El encargado está bebiendo en la casa del frente, piensa que desde allá tiene controlado el negocio. Cada cinco minutos se asoma a ver si hay alguien. No hay nadie, dice, y se concentra en su botella.No hay nadie en las máquinas, pero sí alguien está en el pasillo y oculto en la oscuridad camina lentamente hacia la pieza del fondo.


El ruido de las máquinas se repite una y otra vez. El hombre se da cuenta de ello mientras registra una pieza y luego la otra.Artemisa sigue soñando. El hombre entra a la pieza y enciende la luz. Allí la encuentra. Un engendro descubierto por otro engendro, piensa. Recuerda haberla visto caminar por la calle o quizás fue en una silla de ruedas. Siente que le dan ganas de llorar... se acerca y suavemente la destapa.

Artemisa siente frío. La luz encendida. El hombre frente a ella. El engendro se baja el pantalón y se arroja sobre ella. La mujer no grita, piensa que es hermosa, su cuerpo se tambalea. Sus muñecas son agarradas con fuerza. Todo se vuelve una nebulosa.

El encargado de las máquinas piensa que es tarde. Vuelve al local vacío. Apaga las máquinas, entra al pasillo, descubre la luz del fondo encendida. Camina rápido, empuja la puerta. Artemisa.

El engendro luego dijo que ella no se había quejado. El resto sólo habla de ultraje.

Comentarios

Anónimo dijo…
Eli, muy interesante tu cuento, muy lleno de sutilesas y dobles lecturas. Es increíble como un tema que, se supone reprochable y asqueroso, pued adejar pensando en los opuestos que conforman cada uno de los conceptos con que reglamentamos tratamos de descifrar esta vida. Dicen, que hay belleza aún en lo horrible, y tal vez, también compasión en medio de la agresión. Dicen tantas cosas...
"Piensa que es hermosa..."
Duele eso... lo del femenino castrado está allí.

Amanda
Anónimo dijo…
Como le dije en aquella oportunidad sobre el relato, me parece muy bueno me gusto demasiado, esta muy bien ejecutado tiene eso de algo incognito, como de sombras que por defecto de las causas creadas tienen su propio movimiento y sus propios significados que no logramos talvez entender como un misterio, pero hay estan al fin y al cabo junto al sabor de las demas cosas.

Por otro lado, queria agradecerles el gesto de agregar mi modesto spacio en vuestro brillante sitio, muchas gracias.

Alvaro Correa.

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