Exilio (parte 1)
Texto escrito por Elizabeth Cárdenas.
El muro de Berlín se caía a pedazos. Nosotros mientras escuchábamos canciones en la casa de playa, tratando de hacer coro contigo pero tú no te sabías bien la letra. "Esa parte sáltatela porque nadie la sabe bien", repetías mientras cantábamos Woman in Chains.
Cuando llegué a casa, fui directamente a mi pieza. Cerré con llave la puerta y estiré lentamente el saco de dormir sobre la cama. Era el saco de dormir que tú me habías prestado. Me puse mi pijama y me metí a la cama. La casa estaba helada y la lluvia lo inundaba todo. Nada como sentirse protegida bajo aquel montón de plumas.
En la tele, las personas trepaban los muros levantando los brazos en señal de victoria. Algunos ayudaban a otros a subirse y la multitud que se quedaba abajo vitoreaba, llorando, riendo, gritando mensajes en alemán que no necesitaban traducción. Eran vientos de cambio, como decía la canción, y me hundía en la cama en ese calor suave de los recuerdos de aquel fin de semana, en ese olor que pertenecía solamente a tí, preguntándome qué pasaría en el mundo ahora que la guerra por fin había terminado.
Yo te quería seguir a todas partes y me daba cuenta que era una molestia. Es que yo te quería conocer. Nadie existía más entretenido que tú, más loco que tú. A veces llegabas callado y no decías nada. Yo miraba las mangas desabrochadas de tu camisa, en el momento que nos invitabas a tomar once pero no había pan.
Dijiste que te ibas. Te pregunté cuando volverías, pero no tenías respuesta. Querías vivir lejos de la ciudad para subir montañas y recorrer caminos lejanos. No sabías cuando volverías y yo pensé que te había perdido para siempre. En el restaurant comías de tu plato como si no hubieras comido en una semana. Yo no tenía apetito. Estuviste muchas veces a punto de lamer el cuchillo como lo hacías cuando estabas solo en las montañas. Yo te decía que no importaba, que nadie se daba cuenta. Tú contestabas "sí, pero aquí no se hace".
Lo perdí, pensé. Te fuiste por la calle como si algo se llevara tu cuerpo y tu voluntad. "No puedo competir con ellas", me dije y me puse a llorar. Lloré en la calle, en el metro, en la micro. Lloré en la ducha y al levantarme, pero no sirvió de nada. Llorar no sirve de nada cuando lloras por alguien que no sabe nada.
Cuando llegué a casa, fui directamente a mi pieza. Cerré con llave la puerta y estiré lentamente el saco de dormir sobre la cama. Era el saco de dormir que tú me habías prestado. Me puse mi pijama y me metí a la cama. La casa estaba helada y la lluvia lo inundaba todo. Nada como sentirse protegida bajo aquel montón de plumas.
En la tele, las personas trepaban los muros levantando los brazos en señal de victoria. Algunos ayudaban a otros a subirse y la multitud que se quedaba abajo vitoreaba, llorando, riendo, gritando mensajes en alemán que no necesitaban traducción. Eran vientos de cambio, como decía la canción, y me hundía en la cama en ese calor suave de los recuerdos de aquel fin de semana, en ese olor que pertenecía solamente a tí, preguntándome qué pasaría en el mundo ahora que la guerra por fin había terminado.
Yo te quería seguir a todas partes y me daba cuenta que era una molestia. Es que yo te quería conocer. Nadie existía más entretenido que tú, más loco que tú. A veces llegabas callado y no decías nada. Yo miraba las mangas desabrochadas de tu camisa, en el momento que nos invitabas a tomar once pero no había pan.
Dijiste que te ibas. Te pregunté cuando volverías, pero no tenías respuesta. Querías vivir lejos de la ciudad para subir montañas y recorrer caminos lejanos. No sabías cuando volverías y yo pensé que te había perdido para siempre. En el restaurant comías de tu plato como si no hubieras comido en una semana. Yo no tenía apetito. Estuviste muchas veces a punto de lamer el cuchillo como lo hacías cuando estabas solo en las montañas. Yo te decía que no importaba, que nadie se daba cuenta. Tú contestabas "sí, pero aquí no se hace".
Lo perdí, pensé. Te fuiste por la calle como si algo se llevara tu cuerpo y tu voluntad. "No puedo competir con ellas", me dije y me puse a llorar. Lloré en la calle, en el metro, en la micro. Lloré en la ducha y al levantarme, pero no sirvió de nada. Llorar no sirve de nada cuando lloras por alguien que no sabe nada.
Woman in chains, Tears for fears - http://www.youtube.com/watch?v=7hDoPCiC3RQ
Comentarios
CARIÑOS Y BIEN POR LA REVIS, ESTÀ LINDA