Mugir no era exactamente
Te contaré de las tardes con ella;
no de la brisa que hacía crujir la madera del tiesto.
Ni de los alambres púas rascando el pavimento.
Mugir no era exactamente lo nuestro, era preludio,
hecatombe concebido de hembra a hembro en su torcedura.
En su rascar de entorno, como sintiendo la lengua.
Eso era lo nuestro, depositar el nervio,
despoblando los poros como desviando la marea
para prescindir del ahogo.
Entonces era lo nuestro.
Habitar meramente sus cuencas
sin eludir sus vaivenes que de lomas se apresaban mis manos,
que de hondonadas se tropezaban mis dedos, curvos, torcidos,
recto para caber en la planicie honda de su entrepiernas.
Entonces era lo nuestro.
Tendernos boca arriba, boca abajo,
poblando con brazos y piernas la infinita jura de creernos uno.
Era, furiosos rasgando y quebrando las vértebras
en ecuánime coincidencia de avistar el goce.
Sí de aquella brisa,
de aquellos alambres rascando el pavimento,
de aquellas tardes con ella.
Escrito por Pablo Delgado
no de la brisa que hacía crujir la madera del tiesto.
Ni de los alambres púas rascando el pavimento.
Mugir no era exactamente lo nuestro, era preludio,
hecatombe concebido de hembra a hembro en su torcedura.
En su rascar de entorno, como sintiendo la lengua.
Eso era lo nuestro, depositar el nervio,
despoblando los poros como desviando la marea
para prescindir del ahogo.
Entonces era lo nuestro.
Habitar meramente sus cuencas
sin eludir sus vaivenes que de lomas se apresaban mis manos,
que de hondonadas se tropezaban mis dedos, curvos, torcidos,
recto para caber en la planicie honda de su entrepiernas.
Entonces era lo nuestro.
Tendernos boca arriba, boca abajo,
poblando con brazos y piernas la infinita jura de creernos uno.
Era, furiosos rasgando y quebrando las vértebras
en ecuánime coincidencia de avistar el goce.
Sí de aquella brisa,
de aquellos alambres rascando el pavimento,
de aquellas tardes con ella.
Escrito por Pablo Delgado
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HABRÁ QUE RECONOCERLO, NO QUEDA OTRA.
YO