El caballo pasta sobre la cumbre de la montaña
Texto original de María Elena Monsalve.
El caballo pasta sobre la cumbre de la montaña. Lorena lo ha encontrado. Camina por un estrecho sendero que la maleza va cerrando, se desvía lentamente hacia él, “que no se de cuenta” piensa ella y camina ocultándose. En las manos lleva un lazo, listo para atraparlo. Los espinos se enredan su pelo y ella los ignora cuidadosamente, pero no evita soltar la fragancia de las flores, pasando la mano sobre ellas de un lado a otro. Saborea el olor y olvida al animal unos segundos. Lejos, hacia el sur, está su pueblo de tierra fértil. Quizá haya caído la última nieve después de su partida. Los campos sembrados de trigo y los árboles floreciendo al final del invierno. Nada que no hubiera apreciado antes como ahora, a semanas de su hogar.
Se acomoda entre la hierba, el caballo la advierte, pero deja que se acerque poco a poco mientras resopla, echando vaho y tensando los músculos. La reconoce y no es por sus formas o su olor, es la costumbre de días y días, en eso que parece un juego. Perderse y olvidarse, con la dulce esperanza de ser encontrado y volver a reafirmar la libertad.
Lorena va haciéndose cada vez más pequeña, agachándose, apenas si respira mientras le toma el peso a la cuerda, calculando la distancia. Lo escucha mientras masca el pasto, así de cerca está.
En el último momento los ojos de ella encuentran a los del animal, es una mirada que la paraliza y que la hace recordar los momentos previos a un trueno, cuando todo es calma aparente que luego se pierde en el estallido. La emoción le cruza el pecho a la misma altura que el tirante del morral.
De improviso decide terminar el juego, retrocede toma impulso y salta sobre Lorena de enormes ojos entre la maleza. Ella cae de espaldas y ve al caballo pasarle por encima de un salto, la sombra la cubre. Se queda ahí tirada viendo las briznas de pasto caerle desde las pesuñas. La flor del durazno, la nieve del invierno. Es un breve momento que se alargará en el recuerdo, como a un libro que se le agregan páginas para evitar un final.
El caballo pasta sobre la cumbre de la montaña. Lorena lo ha encontrado. Camina por un estrecho sendero que la maleza va cerrando, se desvía lentamente hacia él, “que no se de cuenta” piensa ella y camina ocultándose. En las manos lleva un lazo, listo para atraparlo. Los espinos se enredan su pelo y ella los ignora cuidadosamente, pero no evita soltar la fragancia de las flores, pasando la mano sobre ellas de un lado a otro. Saborea el olor y olvida al animal unos segundos. Lejos, hacia el sur, está su pueblo de tierra fértil. Quizá haya caído la última nieve después de su partida. Los campos sembrados de trigo y los árboles floreciendo al final del invierno. Nada que no hubiera apreciado antes como ahora, a semanas de su hogar.
Se acomoda entre la hierba, el caballo la advierte, pero deja que se acerque poco a poco mientras resopla, echando vaho y tensando los músculos. La reconoce y no es por sus formas o su olor, es la costumbre de días y días, en eso que parece un juego. Perderse y olvidarse, con la dulce esperanza de ser encontrado y volver a reafirmar la libertad.
Lorena va haciéndose cada vez más pequeña, agachándose, apenas si respira mientras le toma el peso a la cuerda, calculando la distancia. Lo escucha mientras masca el pasto, así de cerca está.
En el último momento los ojos de ella encuentran a los del animal, es una mirada que la paraliza y que la hace recordar los momentos previos a un trueno, cuando todo es calma aparente que luego se pierde en el estallido. La emoción le cruza el pecho a la misma altura que el tirante del morral.
De improviso decide terminar el juego, retrocede toma impulso y salta sobre Lorena de enormes ojos entre la maleza. Ella cae de espaldas y ve al caballo pasarle por encima de un salto, la sombra la cubre. Se queda ahí tirada viendo las briznas de pasto caerle desde las pesuñas. La flor del durazno, la nieve del invierno. Es un breve momento que se alargará en el recuerdo, como a un libro que se le agregan páginas para evitar un final.
Comentarios
German Aviles de Stgo. mi mail por si aca es germanavil@gmail.com
PD:
Oye y se pueden subir escritos?.