Tres poemas de Paolo Astorga | Lima, Perú
Inercia
Esquizofrénica verdad llevas entre tus manos
ya extranjeras
nunca fuiste de este lugar donde el tiempo adormeció
algún día la soledad y volaron todas las aves
abriendo la única entraña del amor
y su condena inhóspita y desquiciada
un rostro que se repite hasta hacerse otro
el olvido que brilla y es eterno paraíso estéril
un sueño para cada sombra desahuciada y deforme
un cúmulo de niebla para construir cándidas guaridas
y entretejer la rebeldía de una memoria suplicando
el instinto de desaparecer en la inmensidad donde nadie sufre
el emblema hipócrita que te hace caminar
y no ser nunca esa isla evidente de agonía
donde el sol es dios castrado y sonriente
donde creas el mito en tu pupila tupida de excremento
y escribes en un papel blanco
cantos de sirenas y orillas ignotas
sin saber por qué
maldita sea!
Testimonio de extramuros
Iracundo y perfecto sentado en el mar de alguna playa sin temor
otra vez eres sin quererlo el clarividente del placer
perfecto placer del cordero asaltado por el triunfo
y la vanagloria de la misma respiración
que ya no enorgullece
insuficiente como el invierno y sus inventos
para perforarnos las espaldas e injertarnos alas
o deformes columnas de concreto
ya vas sin rumbo y la algarabía es solo esperanza
de la necia lluvia que reaparece
como la sombra que creías tuya en la paranoia de la gran satisfacción
o de la infancia en que dinamitaron todos tus recuerdos
y entonces te preguntaban por tu pervertida imaginación
o de la maleducada y lúbrica insinuación de júbilo que perseguiste
silenciosamente y con ganas de que algún viejo te diga muy bien
hasta el día en que tú y todos nosotros
la conoceríamos
desnuda, tosca, travestida y con la cara ensangrentada
pidiéndonos por favor
ya no ser tan imbéciles
como imbéciles fuimos sentados en el mar
esperando la resignación de las imágenes
mientras empezábamos a escribir
para que ella siga gimiendo
y necesariamente
en algún momento
muera de asfixia.
Noche irreversible
En la mastodóntica sugestión de los que no supieron nada
se escondió el embarazo inexacto de la noche y sus Narcisos
puercos de feria para hacer de ellos
fotochecks de carne irreverentemente quemada
infertilidad frenética de payasos esperando la mutación
del cielo en añorados reinos pendientes
úlcera de voces fracturadas que se sacian
en la superstición de los colapsos
simplemente aquí y a oscuras la descomposición de los alrededores
y su intenso desquicie de saxos restituyendo el abandono
en oración gnóstica,
acoplarse a la comunión de los que llevan arrastrando
habitaciones sublimadas de suicidios
o solo quizás habitaciones
inocentes habitaciones para remojarnos
indiscretamente en nuestros jugos
hasta desentrañar alguna estética robada al instante
sobre tumultos de cercanías estancadas
que ya no existen
mientras nos tatuamos relojes muertos en el sexo
y avanzamos débilmente entre la multitud
que ya nos traga de a pocos.
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