Eduardo Munsters y el ojo rojo de Ksorten Hárri | Federico Rodríguez, Argentina
Mi nombre es Eduardo Munsters y soy un científico. Durante toda mi vida, por necesidad de mis investigaciones, he aprendido muchos idiomas, y sé que hay sílabas que se pronuncian con los labios, otras con el paladar y otras con el interior de la garganta. Pero las más fáciles de aprender y cuya pronunciación es imposible olvidar, son las que se escuchan en un grito y son pronunciadas llenas de horror: ¡Ksorten Hárri!
La primera vez que escuché este nombre y su historia, fue en un bar cosmopolita del puerto de Londres, en la canción picada de ron de un alegre marinero de Nueva York:
Estoy buscando a Ksorten Hárri
Me vigila el ojo rojo del viejo Hárri
Su cuna era de hierro y hielo
Su madre era un cordero
Su padre era una ballena
Voy a poner en su cola un poco de salmuera
Cuando encuentre al viejo Ksorten Hárri
Casi no escribiré noticias que no se hayan oído, pero no pienso convencerme ciegamente por los artículos de la prensa, ni las decenas de libros, ni los cientos de documentales que hacen conocido a Ksorten Hárri en el mundo. Además, yo fui testigo. Todavía no se han encontrado ningún caparazón, huesos, dientes, ni evidencias suficientes: redes gigantes, cámaras fotográficas subacuáticas y sonares, han fallado en la búsqueda. Hasta mi partida, la ilustración más sincera que se conocía era una usada para publicitar una famosa cerveza.
Yo pensaba: si Ksorten Hárri existe, es innegablemente una criatura evasiva.
De joven creía que las historias fantásticas de la Tierra del Fuego eran leyendas populares creadas por la imaginación aturdida de los conquistadores. Más tarde, buscadores de oro, aventureros, piratas y peritos confirmaron lo que me figuraba: era simplemente un lugar solitario y frío.
Viajé de Londres a Malvinas y de Malvinas al Cabo San Pablo, y me instalé cerca del camino que atraviesa los Andes, comunicando Ushuaia con Río Grande. Al llegar a la isla, el 17 de Enero de 1953, descubrí un paraíso de montañas con nieve eterna y árboles deformados por el viento.
Si Julio Verne hubiera conocido el lago Kami[1], su geografía sería parte de la república fantástica de alguna novela.
Mi cabaña es vecina del Kami, en un valle donde podía ver las montañas, el lago sereno y diversos animales mansos. Vivía en una paz continua que solamente era estropeada por ciertos ruidos escandalosos en el agua, seguidos por flujos de caballos salvajes galopando asustados entre los árboles y repentinos cielos ennegrecidos por cóndores y caranchos.
Es importante destacar que la cantidad de peces que produce el Lago Kami es suficiente para alimentar a un ser con un hambre diaria de cientos de kilos de carne.
Se encuentran testimonios parecidos, pero de menor importancia, en más de trescientos lagos alrededor del mundo. Hay un patrón común en este rompecabezas: todos los sistemas de estos lagos se encontraban o se encuentran conectados con el mar. En todos los casos, los lagos son profundos y fríos. Ninguno, a diferencia del Kami, es de profundidad desconocida (incapaz de ser medida por la tecnología más avanzada). Esta teoría fomentó la idea de una criatura atávica con forma de ballena primitiva.
Ksorten Hárri es uno de los monstruos más avistados del mundo. Los testimonios muchas veces se contradicen, y en otros casos se complementan. Hablan de un monstruo marrón claro que nada agitando su largo cuello en las aguas azules del Kami. Los testigos afirman que es un ser con cola y cabeza de serpiente; otros profundizan y describen una pequeña boca roja, o antenas o cuernos rojos que brillan en la tapa de la cabeza de la criatura. Las teorías de los testigos asocian a Ksorten Hárri con un ser mitad serpiente mitad ballena, con una anguila gorda y descomunal, con moluscos corpulentos, con una nutria afectada por la radiación, con entidades parapsicológicas, con reptiles extintos con aletas diamantadas, con espejismos y pájaros gigantes que se zambullen.
Todas las fotos hasta ahora sólo muestran su estela en el agua.
Yo estaba convencido, en ese momento, que debía ser un mamífero marino porque un ser de sangre fría no toleraría lo helado de esas aguas. Actualmente mis convicciones cambiaron.
La longitud de la criatura es una de los temas más controvertidos y los testimonios manejan rangos muy distintos: de cinco a setenta metros, variando la forma y la disposición de sus miembros. Al parecer emerge en invierno, cuando el viento es inmóvil y los turistas despejan la zona. El identikit también es materia de polémicas en los bares y reuniones de damas: una serpiente gigante que se protege con el casco volcado de un barco, un pez con aletas cubierto por el tocón hueco de un árbol gigante, un ser con cuello de cisne con los movimientos propios del cuerpo de un cocodrilo; algunos le agregan, a ese cuello ondulado hacia delante con cinco jorobas, la melena de un caballo; otros hablan de un gusano con oídos reconocibles.
En un único detalle concuerdan todos los testigos: narran que una inflamación repentina en el agua y una especie de respiración que suena como el sonido de un aerosol, preceden la emergencia de la criatura.
Desde el gobierno han tenido una actitud conservadora hacia Ksorten Hárri, impidiendo sucesivas expediciones desenfrenadas que iban a su caza. Se destaca la caravana pintoresca y bélica de Leopoldo Zarzynski, compuesta por ex presidarios, ovejeros y curtidos balleneros, financiada por Osvaldo Montoro, dueño de un circo, que ofreció una cuantiosa recompensa a quien capturara al monstruo vivo o muerto. Esta tropa fue interceptada por gendarmería y las protectoras de animales cuando se internaban en un yate en las aguas del lago Kami: llevaban bebidas, dinamita, arpones, rifles para matar elefantes y mujerzuelas para entretener a las tropas.
Entre las propuestas más irreales se encuentra la denominada Operación Dragar, que se discutió acaloradamente en la cámara de Diputados de la Nación, en una sesión extraordinaria, la cual proponía remover el lago. (Recordemos que el lago en cuestión tiene 117 kilómetros de largo por 7 de ancho promedio y es de una profundidad ignota.)
Finalmente se prohibió bajo pena de muerte la caza de animales raros e indescriptibles, y estos proyectos quedaron en la nada.
Desde la clandestinidad, con únicamente la ayuda del famoso chamán Tenenísk (que me fue presentado por Gusinde), llevo años investigando el fenómeno, tratando de ver si Ksorten Hárri es parte de nuestra biología. Los resultados son pocos y todavía no los he publicado. Dejo estos manuscritos con la esperanza de que alguien pueda continuar mis investigaciones. Creo que descubrí el secreto y mi vida corre un grave peligro.
También me interesa destacar los aspectos culturales del monstruo. La noción de un leviatán en este lago de la Patagonia no es nueva: los indios hablaban con frecuencia de animales inmensos en el agua que eran avistados esporádicamente por sus antepasados. Los más ancianos recuerdan una tarde, a principios del siglo pasado, que descubrieron el cuerpo descompuesto de una criatura no identificada, cruza imposible de serpiente, ballena y dragón. Tenía un color gris azulado, cola y aletas. Otros testimonios cuentan que en las playas rocosas del lago era común encontrar partes de animales descuartizados, con marcas de dientes que exceden el tamaño de la boca de cualquier vertebrado conocido. Los indios cuando necesitaban cruzar el lago, siempre llevaban algún animal pequeño o un cautivo de otra tribu que sacudirían al agua en caso de que sea necesario apaciguar a Ksorten Hárri.
Pero los indios vivos que lo vieron cuentan una cosa muy distinta (y en estos testimonios se basan mis hipótesis por ser los únicos que no están contaminados de leyendas y fantasía): describen una criatura de piel lisa y negra, enorme, alargada y tubular, sin cabeza, sin piernas, sin membranas, sin ojos, sin boca, sin cola.
Otro dato que orientó mis investigaciones: todos los indios que lo vieron destacan un cuerno delgado y torcido en ángulo recto en la punta, que se ubica a la mitad del cuerpo del animal, y es lo primero que se distingue cuando está emergiendo.
El día que un indiecito me trajo un pescado que en su interior alojaba un remache, el enigma se empezó a clarificar en mi cerebro.
La teoría con más aval en el ambiente científico es la del investigador italiano Mauro Onelli. Pero la idea de un pleosaurio atrapado – a causa de una glaciación de hace quince mil años – en las paredes de hielo de un lago criogénico, no me parece convincente. Lo digo sin tener en cuenta la filiación del investigador con diferentes facciones fascistas de su país.
El pleosaurio es la teoría que abraza con fervor la prensa y enmarca un dibujo del monstruo sonriendo para los carteles del turismo y las bebidas espumantes.
El día que el indiecito llegó con el pescado y el remache, le dije que me conduzca al lugar donde lo había agarrado. Atravesando malezas, árboles y arbustos, sin sombrero y lleno de apuro, fui conducido a una orilla desconocida del lago. Estuve horas mirando atento al Kami para percibir aunque sea la más mínima prueba de la existencia del monstruo. Cuando ya estaba oscuro decidí volver a mi cabaña. En ese preciso momento, cuando me encontraba alejándome y de espaldas al lugar, en una noche con luna y cubierta de bruma, escuché un ruido parecido a la presión del aire escapándose del agua y escuché la inflamación, el discreto chapoteo. En la noche las aguas del lago tienen una visibilidad casi nula, solamente unos pocos centímetros de profundidad. Corrí para acercarme a la costa y verlo mejor, aunque el espectáculo ocurría casi a cincuenta metros de distancia. No vi ninguna serpiente, ni ballena, ni castor mutante; vi un periscopio que se asomaba y me observaba como si fuera un ojo rojo.
¿Un submarino monstruoso y desconocido ronda las profundidades del lago Kami? ¿O es algo peor? ¿Ksorten Hárri será el resultado de la experimentación nuclear y biotecnológica que científicos alemanes realizaron en secreto con ballenas australes? Esto lo demostrarán los resultados de mis investigaciones.
Debo irme de la Patagonia: tienen mi imagen grabada en la retina líquida y roja del monstruo de fierro. Sé que distintas personas encapuchadas escoltadas por gendarmes, han estado preguntando a los lugareños por mi persona y el objeto de mis investigaciones.
Dejo este esbozo científico para aquel valiente que quiera terminar mi trabajo.
Federico M. Rodríguez (5/1/79, Buenos Aires) es docente y estudiante de literatura. Creció en Tierra del Fuego. Hace unos años reside en La Plata. Actualmente se encuentra buscando una editorial para publicar su primer libro “Senderos de ovejas”. Será un libro de cuentos de aventuras que transcurren en Tierra del Fuego entre mediados del siglo XIX y mediados del XX. Contacto: federo23@hotmail.com
NOTA 1: Actualmente denominado Lado Fagnano
Comentarios
Válido el homenaje o recordatorio a su tierra que hace el autor.
Éxitos, muy buena revista!!!
Ahora me da un poco de miedo ir al lago Fagnano... jajaja
Saludos,
Juliana.
Saludos,
Ana