El trigal

Texto escrito por María Elena Monsalve.

Debo atravesar el trigal, observo el cielo y veo una ola oscura que viene desde oriente. Sé que caerá antes que llegue al otro extremo. Inhalo, como si me fuera a tirar al mar. Avanzo, fija la vista en el final del camino. Quisiera quedarme para siempre y mientras me quedo también atravesarlo.
Emprendo el camino con temor y ansiedad. El trigal es vasto, fosforece, me impresiona, me ahoga con un golpe suave que me salpica en el pecho. Un rumor avanza a mis espaldas, acelero el paso mientras veo la ola inundar por completo el horizonte. El viento barre las espigas y las enreda en mis cabellos. Escucho el rumor. Corre, se abre paso hacia mí, hasta el compás alocado de mi corazón. Extiendo los brazos y poco a poco me detengo. Contengo la respiración. Me doy vuelta, ahí estoy yo, frente a mí. Sólo el eco de mis pasos, el roce de mi cuerpo. Suspiro, es un hondo suspiro. Yo me voy a paso lento abriendo una brecha en el trigo, camino años yo. Lo abro con las manos, los brazos, el cuerpo entero, casi nadando, casi, pero camino, sólo camino. El trigo me salpica fuerte y tomo el grano yo, lo como mascando su dura consistencia de almidón. El resto lo guardo hasta llenarme los bolsillos, no siento el viento yo pero sí el frío enorme de las noches. A veces me veo en el trigal, riendo entre los tallos yo. Yo que de puro gusto me he tirado al trigo, me revuelco, los aprieto contra mi pecho, los froto en mi pelo. Nado entre ellos, siempre quise hacerlo yo, así como en el mar o entre los cuerpos de la gente abarrotada de algún terminal. Me quedo aquí, nadando entre las espigas-espinas y los tallos. Escucho yo, a veces, a mis pasos alejarse, sin embargo me quedo, guiada pñor mi primer impulso. Pierdo el camino yo. A propósito.
Me quedo años boca arriba. Boca arriba mirando, boca abajo sintiendo. Me cubro sereno en las mañanas, me quema el sol de la tarde, por la noche escucho el silencio. Me mojan los rocíos me quemo en los soles sientos las noches me mojan los días me queman meses los soles escucho años en silencio.
Encuentro el camino. Tropiezo el camino yo. El azar. Me arrodillo. Voy sobre mis propios pasos. A lo lejos distingo una silueta. Soy yo esperándome. Años esperándome.
En tanto que yo, miro a la gente ir por las calles de oriente a poniente mientras concluye el día. Aquí estoy yo, la cabeza apoyada en la ventana de un auto, empaño el vidrio con mi aliento, dejándome llevar por las calles. Subo el volumen de la radio hasta ahogar el ruido de la ciudad, me adormezco en la narcosis musical.
Así, a lo lejos yo, adivino un vuelco en mis corazones reecontrados, los imagino yo. Me veo en el trigal, esperándome a que yo también vaya.

Comentarios

Anónimo dijo…
Absolutamente hermoso.
Estuve all{i contigo.

Amanda
Hermes dijo…
Si, la vida tiene muchas opciones de las cuales podemos enterarnos... pero siempre nos sorprende con algo fuera de todo análisis... (cierto?):)
Hermoso cuento, me gusta mucho

Luis

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